Cuando hablamos de formación siempre recurrimos al concepto que nos define la educación, ya que solemos entender que una formación se da en el ámbito educativo como producto de la adquisición de conocimientos y posterior puesta en práctica de estos. Como ya he mencionado en entradas anteriores, la educación ha estado, y sigue estando, muy ligada a la empresa y al mundo laboral. Una de las mayores conexiones es la formación, puesto que es la acción primordial de las empresas y de la educación. Una acción formativa se puede dar en los centros educativos para producir un mejor desarrollo en el alumnado, pero también se puede dar en las empresas como proceso de adaptación a las necesidades que surgen y como instrumento facilitador de los aprendizajes en los trabajadores.
Sánchez (2014), habla de la participación y de la necesidad de formar a los trabajadores en las empresas como motor de cambio a las constantes transformaciones que el ámbito laboral y de las empresas esta sufriendo, puesto que una acción formativa repercutiría en el buen hacer de la empresa. Esto supone una mayor adaptabilidad de esta a las necesidades de la sociedad con el fin de contar con una plantilla formada para la ocasión. También estaríamos hablando de una acción competitiva, puesto que expone en el mercado a los trabajadores con unas mayores cualidades y capacidades formativas procedentes de esas acciones formadoras.
Es por tanto, que una empresa debe adaptarse a la necesidad y tener como propiedad una plantilla productiva y de competitividad en el mercado laboral. Así pues, el trabajo que todo empleado pueda desarrollar dentro de la empresa puede suponer un aumento de la cualificación profesional de este como motivo de mejora para adaptarse a una sociedad en la que la educación y la formación son los principales pilares para sostener la productividad de un país. La figura de estos empleados o trabajadores la puede desarrollar el pedagogo, un elemento primordial en el desarrollo de las funciones empresariales y educativas de formación, puesto que su papel ha estado oculto en el pasado y no ha experimentado aún el auge que este debería tener en las empresas. Sánchez (2016), también nos habla de esta necesidad y expone al pedagogo como principal artífice en la construcción de un modelo empresarial y laboral de progreso. Este debe mostrar el convencimiento para poder cambiar las cosas, con el objetivo de innovar el mercado laboral y de crear nuevos escenarios que tiendan a la productividad empresarial como principal factor de empleo en los pedagogos y pedagogas del momento.
Un pedagogo en la empresa debe asumir el reto que le propongan, siempre y cuando tenga en cuenta la creatividad y la innovación. Y sobre todo la principal necesidad, la FORMACIÓN, por ello os dejo unas claves que toda empresa debería tener en cuenta:
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